
Resumen: Este texto propone una visión de justicia desde la izquierda como alternativa al derecho tradicional, al tiempo que enfatiza su carácter democrático y transformador. Con base en la experiencia judicial, el texto identifica cinco rasgos clave: enfoque democrático, mirada realista, optimismo crítico, creatividad en soluciones y perspectiva colectiva. Concluye que este enfoque requiere compromiso ético con la igualdad material e innovación institucional, sin caer en partidismos pero reconociendo el papel político de la justicia en la transformación social.
Hay pocas palabras que desbordan tantos significados y aversiones a la vez. Derecho e izquierda son dos ejemplos que cuando juegan juntos nos hacen alzar la ceja y dudar de su verdadera intención. Además de lo vagas que son, ambas palabras nos generan sospecha y nos hacen pensar en escenarios fríos que amenazan nuestra libertad. Yo prefiero intercambiar el término de derecho por el de justicia para tener una mirada más clara de la ruta que debemos seguir durante los próximos años.
El intercambio no es trivial. Pensar la relación entre justicia e izquierda me parece más sencillo porque entiendo que entre el derecho y la justicia hay diferencias importantes. Mientras que el derecho es un proyecto que puede cambiar y adaptarse dependiendo de las circunstancias sociales y políticas, la justicia es una función indisoluble de cualquier sociedad. El derecho puede ser cambiado o incluso derrocado, pero el anhelo de justicia siempre permanece como lo que da sentido a la existencia misma de la sociedad.
Esta forma de ver la cuestión me resulta más atractiva porque puedo distinguir entre el insumo y la misión, es decir, entre la herramienta y el trabajo. Pensar en una justicia desde la izquierda me permite entender las limitaciones del derecho y los retos asociados al contexto, pero también las posibilidades que existen para transformar la vida individual y colectiva de las personas sin perder el rumbo en el camino. Pero ¿qué características tiene una justicia desde la izquierda? Y sobre todo ¿cómo piensa y resuelve una jueza desde la izquierda? Mi visión sobre este tema se resume en cinco puntos:
La justicia desde la izquierda está de lado de la democracia. Entiende que las sociedades actuales se integran por identidades y visiones diversas que pugnan por avanzar y proteger sus intereses. En esa diversidad, una justicia de izquierda reconoce que para vivir en paz el derecho requiere de más acuerdos y de menos imposición. Para una jueza que mira la justicia desde la izquierda, el derecho se construye en colectivo a través de la discusión ordenada y la escucha activa, pero respetuosa, de las distintas voces que lo usan para avanzar sus causas. Desde esta mirada, la democracia se vive en procesos, pero se materializa en libertades, de modo que una justicia que se posiciona desde ahí reconoce la importancia y la centralidad de los derechos fundamentales, pero también de las estructuras que los soportan y los hacen reales.
La justicia desde la izquierda tiene una mirada realista. Observa el mundo y a su sociedad tal y como son. Acepta sus fallas, asume sus retos y reconoce sus avances. En esa misión mirar a la justicia desde la izquierda implica reconocer que no todas las personas tienen los mismos recursos y que, por lo general, quienes menos tienen son quienes más padecen el abuso del derecho o la ausencia de éste. Ante tal escenario, una jueza que entiende la justicia desde la izquierda reconoce la incapacidad que ha tenido el derecho para cumplir sus promesas de igualdad, pero también reconoce la función que ha ejercido para construir espacios y visiones de dominación. Frente a ello, la función de juzgar desde la izquierda apuesta, más que por generar propuestas, por materializar soluciones en la vida cotidiana de las personas, y apela a deconstruir aquellos modelos que limitan el desarrollo y la libertad de las personas.
La justicia desde la izquierda es optimista. Ser de izquierda y no ser optimista es una contradicción. Una justicia desde la izquierda reconoce la complejidad de los fenómenos sociolegales, pero también las limitaciones del derecho y la finitud de las herramientas para hacerles frente. Sin embargo, y aún consciente de tales restricciones, una jueza que mira la justicia desde la izquierda mantiene viva la ilusión del cambio y el progreso para beneficio de las personas y la sociedad.

Desde esta posición, ser optimista no es esperar a que las cosas pasen, sino hacer que las cosas pasen dentro del límite de las posibilidades existentes. Una jueza optimista, no es una jueza ingenua. Por el contrario, posee una buena tolerancia a la frustración y entiende que la misión constitucional es compleja y de largo aliento, pero que siempre será mejor apoyar a la Constitución en su meta de progreso y prosperidad social, en lugar de abandonarla.
La justicia desde la izquierda es creativa. Las transformaciones demandan un pensamiento innovador. Exigen no sólo voluntad, sino también imaginación y determinación para crear y diseñar soluciones a los problemas que se intentan resolver. Una justicia desde la izquierda parte de ahí, de la necesidad de atreverse a plantear modelos distintos que respondan de manera efectiva a las demandas y a los cambios sociales. Una jueza que se posiciona desde la izquierda entiende que en la misión de renovar y transformar la justicia nunca va sola. Que habrá quien coincida y la acompañe, pero también quien discrepe y la rechace. En ese ir y venir, una jueza que mira la justicia desde este ángulo comprende que la función transformadora no se agota en ella misma, sino que se enriquece con ideas, visiones, críticas y propuestas novedosas que la motivan a seguir y apostar por un modelo renovado que mejore la vida de las personas.
La justicia desde la izquierda es colectiva. Entiende que una parte importante de los fenómenos que impactan la vida y los derechos de las personas tienen una base estructural y un alcance colectivo. También asume que, aunque un mismo problema puede impactar a un gran número de personas, ese impacto siempre es distinto dependiendo de la posición desigual en la que se encuentran las personas afectadas. Con todo, juzgar desde la izquierda demanda buscar mejores maneras para procesar el dolor colectivo y repararlo con algo más que sentencias. Supone mirar las causas, los condicionantes y los factores que reproducen las violencias, que dañan a los ecosistemas y que limitan el desarrollo y la libertad de las personas, para nombrarlos y abordarlos de frente. Ante un escenario de este tipo, una jueza que mira la justicia desde la izquierda teje puentes y busca posibilidades más amplias de intervención y alcance para proteger no sólo a las personas, sino también a su entorno, sus recursos y, en general, su futuro.
Soy –y siempre he sido– una mujer que mira a la justicia desde este lado del espectro. Sostenerlo no me parece motivo de pena ni de vergüenza, porque entiendo que posición no es lo mismo que partido. De hecho, me parece que en una democracia es sano que las personas conozcan la visión que tienen las y los jueces, especialmente los constitucionales, sobre la justicia y los derechos. En la ruta de esta dirección, el trayecto recorrido durante poco más de diez años en la Suprema Corte de Justicia de la Nación me ha aportado la experiencia y la madurez que se requieren para abordar problemas sociales en contextos políticos complejos y ofrecer soluciones concretas que transforman no sólo el derecho, sino también las realidades. Para mí, pensar la justicia desde la izquierda es –como diría Ruth Bader Ginsburg– luchar por lo que me importa, pero siempre invitando a otros a que se unan.

Este artículo fue escrito por Ana María Ibarra Olguín, Magistrada de Circuito, Licenciada en Derecho por el CIDE, Maestra en Derecho, estudiante de Doctorado en la Universidad de Virginia y con un Máster en Derecho Constitucional por la Universidad Panamericana.